lunes, 17 de noviembre de 2008

Ayer, 15 de noviembre del 2008... ***(escrito el 16, mismo mes, mismo año)


Ayer me derretí cuando iba caminando y la luna estaba ahí y el viento me golpeaba con fuerza y sutileza.
Luna, Luna se veía realmente hermosa enmarcada por la nubes oscuras, me acompañaba en mi solitario caminar.
Nunca había experimentado ese tipo de felicidad, esa felicidad que surge por el simple hecho de existir y de que entes tan impresionantes como el viento brusco y la luna también ronden este mundo.
Me sumergí en mí, le agradecía a Dios por dejarme vivir ese momento, por permitirme ser parte de aquel todo que Él creaba. No había nadie más que yo (a pesar de que había gente a mi alrededor), nadie más experimentaba lo que yo a cada paso, a cada contoneo de mi cabello gracias al viento, gracias a la visión que tenía de la luna llena. Una vez más me vi reflejada en ella
Lo sé, puedo llamar a eso vanidad, jamás podría igualar su belleza, sin embargo, desde hace ya un tiempo, siempre que la veo es como una imagen mía, de lo que soy, lo que represento; de mi fisonomía y mi interior.
¿Y el viento? Mi amante infinito, todo lo que espero, todo lo que anhelo. Es todo eso que llega de repente y me golpea, me besa y acaricia. Viento, mi amor infinito, mi manifestación natural favorita. Mi protector eterno...
Tú eras mi viento, ¿sabías eso? Aún lo eres, ese es tu reflejo como es la luna el mío, ahora lo descubro, te veo reflejado en él, eres como él...
Ayer, de alguna u otra forma, sé que estabamos unidos tú y yo...

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